Nova llegó a mi vida en plena pandemia, en el momento más importante y transformó mi vida por completo. Desde hace un año estaba sufriendo una fuerte depresión. Tomaba toda la medicación posible y había intentado suicidarme varias veces. Mi mamá hacía todo lo que podía, pero nada parecía ayudarme. En 2020, mi doctora sugirió una última solución: una mascota, ya fuera perro o gato. Mi mamá no estaba segura de si sería una buena idea.
Entonces, llegó un video de Nova y otra perrita en adopción, provenientes de un barrio superpoblado en el sur de Bogotá. Mi mamá decidió que valía la pena intentarlo y fuimos a verlas, aunque no era seguro que nos quedaríamos con alguna. Desde el primer día, Nova se acercó a mí, me miró y puso su carita sobre mí. Decidimos adoptarla. Yo la sacaba, le daba de comer y, poco a poco, ella comenzó a curarme.
Gradualmente, mis medicamentos fueron reduciéndose hasta llegar a cero. Ya no pensaba en el suicidio ni en no querer comer. Nova, sin saberlo, se convirtió en mi enfermera, mi doctora y el amor más grande de mi vida. Su apoyo emocional ha sido incondicional y transformador, siempre presente en los momentos más difíciles y brindándome una razón para seguir adelante. Ahora somos inseparables. La amo con todo mi ser.