Hace 8 años fui sometida a una cirugía y tuve complicaciones. Gracias a Dios salí de este susto, y mi esposo quiso darme la perrita que siempre había soñado tener después de esta experiencia. En Cúcuta era muy difícil encontrar un bulldog francés blanco, pero lo más cercano que consiguió fue a Matilda, blanca con negro.
Un día, mientras paseábamos a Matilda, encontramos un señor con un bulldog blanco y se nos ocurrió cruzarla con la esperanza de tener la tan anhelada cachorra blanca. Sin embargo, todos los cachorros salieron con manchas blancas y negras, y me enamoré de Cindy Lu, así que ya eran dos. Año y medio después, un amigo tenía un bulldog negrito divino, y decidimos cruzar a Cindylu con este amigo. Tuvieron 10 cachorros, todos negros, y nos quedamos con Pepa y Chiska porque nos enamoraron.
Tiempo después, apareció alguien con un bulldog blanco con manchas negras, y volvimos a cruzar con la esperanza de tener el cachorrito blanco. Nuevamente, todos salieron con manchas, y nos quedamos con Pfizer. Le pusimos ese nombre porque soy enfermera y en esa época trabajaba en vacunación COVID, y me pareció chistoso nombrarlo así debido a la popularidad de esa vacuna.
Ese mismo año, otro amigo de mi esposo nos ofreció un perrito muy bonito y decidimos cruzar a Pepa. De esa camada, nos quedamos con Oreo y Scooby. Ahora tenemos siete perros, pero enfrentamos problemas de convivencia porque los machos pelean por el territorio y no se llevan bien.
Las hembras fueron esterilizadas a medida que se cruzaban, y ahora vamos a esterilizar a los machos para ver si el problema de convivencia se calma. Los amamos a todos, duermen con nosotros en las camas y nos hacen regresar a casa temprano porque nos da pesar dejarlos solos, a pesar de que son siete.
Esta manada nos ha brindado un amor inmenso y una compañía inigualable, y aunque enfrentamos desafíos, no cambiaríamos nada. Nos hacen sentir completos y felices, y agradecemos a Dios por cada uno de ellos.