Candy fue una perrita que le regalaron a mi mamá porque estaba enfermita y necesitaba cuidados especiales. Mi mamá decidió darme a Candy, y desde el primer momento supe que sería una relación especial. Cuando era pequeña, la mamá de Candy accidentalmente le dañó un ojito con la uña, y aunque intentamos salvarlo con una cirugía, no fue posible. Desde entonces, Candy ha tenido un solo ojo, pero eso no le quita nada de su encanto y carácter.
A pesar de sus dificultades, Candy ha llenado mi vida de alegría y amor. Sus travesuras y su carácter juguetón siempre logran sacarme una sonrisa. No se separa de mí en ningún momento y duerme conmigo, brindándome consuelo y compañía constante. Candy y yo somos un complemento perfecto, su lealtad y cariño han llenado todos los vacíos que tenía.
Mi mayor deseo es darle la mejor calidad de vida posible y tenerla a mi lado por muchos años más. Candy, con todas sus imperfecciones, es perfecta para mí, y juntos hemos formado un vínculo inquebrantable que solo sigue creciendo con el tiempo.